La guerra sucia es una teoría militar en la cual la aplicación supone la intervención constante, además de sistemática, de las Fuerzas Armadas en la vida política del país, esto al asumirse como los últimos garantes del orden constitucional, por tanto los militares se convierten en los árbitros de la situación y son los que deciden, además de decidir ellos qué es lo que quieren hacer y cuándo quieren hacerlo.
En la lucha contra las guerrillas y debido al grave peligro que una subversión supone a la patria, cualquier método es válido para mantener el orden, incluso si estas acciones son ilegales. La única regla será que los grupos paramilitares o parapoliciales estarán actuando, efectuando secuestros, torturas, asesinatos e incluso desapariciones de personas, en pocas palabras, ejercerán un terrorismo de Estado y se hará una violación sistemática de los derechos humanos.

Desde la mitad de la década de los 60, en los países del sur de América (Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay), los militares han tenido doctrinas de distintos tipos para justificar sus continuas intervenciones en la política interna, además de la creciente participación que tienen en la represión de los movimientos populares, por ejemplo, movimientos sindicales, estudiantiles, de partidos de izquierda o simplemente movimientos sociales.
Los argumentos que justifican esta regla interna no conforman el cuerpo de una doctrina orgánicamente estructurada, más bien es un vago conjunto de ideas que se admite a las más diversas interpretaciones, lo cual también se conoce como Doctrina de la Seguridad Nacional, la cual es más fácil identificar por sus constantes efectos represivos, que por alguna definición teórica como tal.
En esta se privilegia el concepto de una guerra interna, lo cual difiere de una guerra civil. Una guerra sucia es más similar a una guerra interna que una guerra civil, como se pudo observar en Argentina, donde los militares obtuvieron el control entre 1976 y 1982, además también hubo otros regímenes al mismo tiempo que eran caracterizados por ser similares con su dictadura represiva, el ejemplo de Pinochet en Chile es uno muy documentado, así como el de los militares brasileños o uruguayos.
De acuerdo con el Estado Mayor brasileño, una guerra interna se trataría de un enfrentamiento que hay que librar contra un enemigo subversivo de inspiración marxista-leninista. En este tipo de definiciones, no se toma en cuenta la existencia de organizaciones subversivas fascistas o de extrema derecha, el enemigo se convierte, más bien, en algo subjetivo y cualquier movimiento con algún componente reivindicativo puede ser identificado como comunista.
Debido a la intensidad de los conflictos armados, América Central se puede tomar como un ejemplo, además de la intervención directa de Estados Unidos. El valor estratégico que tiene América Central para Estados Unidos no es el mismo que tiene para América del Sur.
El gobierno sandinista de Nicaragua impulsó una lucha guerrillera en El Salvador, así como en Guatemala y Honduras, aunque en estos últimos con una menor intensidad. A pesar del conflicto ocasionado, fue, más bien, catalogado como un conflicto de baja intensidad.

Firma: @TresMonosSabios
Fuente: https://www.artehistoria.com/es/contexto/la-guerra-sucia