El uso de la tecnología se ha convertido en parte fundamental para nuestra vida, hoy es prácticamente imposible vivir sin usar cualquier dispositivo para nuestro día a día. Algunos expertos señalan que mientras más avances tenemos, crece más la preocupación y tensión entre países por liderar el desarrollo de nuevas tecnologías.
Esta situación ha derivado en el surgimiento de lo que llaman Nuevo Orden Tecnológico Mundial, impulsado por políticas exteriores que destacan la necesidad de colaboración con base en las nuevas tecnologías. Sin embargo, se ha demostrado que la cooperación no es viable porque algunos países no comparten la misma visión sobre el desarrollo tecnológico.
Los antecedentes de este escenario provienen de las revoluciones industriales que han demostrado el avance tecnológico entre Occidente y Oriente; algunos países han logrado mantener el impulso que les dejaron esos avances asegurando su economía y los ha puesto al frente del desarrollo.
Sin embargo, esta nueva etapa de desarrollo es diferente porque no queda claro quién la lidera debido al rápido crecimiento y cambio tecnológico. Por momentos aparecen vínculos de cooperación que duran hasta que uno de los países decide distanciarse para mejorar o cumplir otros objetivos, reflejo de lo que se conoce como sociedad líquida.
Aunque en esta carrera China y Estados Unidos son los protagonistas, el ambiente es tenso porque Europa no quiere quedarse atrás. A pesar de mantener buena relación con ambos países, algunos aspectos comerciales entorpecen lazos, por lo que abre paso a tendencias que ponen en riesgo la estabilidad económica y territorial que hasta ahora tenemos.
Durante esta revolución tecnológica hemos visto nuevas tecnologías como la Inteligencia Artificial, blockchain y el Internet de las Cosas, pero el despliegue de compañías telefónicas por apoderarse de la red 5G ha demostrado que ninguna “potencia” está a la cabeza y constantemente deban mejorar sus fortalezas y mitigar sus debilidades.
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