
Han pasado 31 años desde que la Unión Soviética se disolvió, sin embargo, aún siguen habiendo repercusiones geopolíticas en todo el mundo. Un ejemplo claro de ello es la constante fricción que hay en las fronteras que se delimitaron desde aquellas épocas en todo medio oriente y oriente.
Un ejemplo claro de las repercusiones de la separación de las tierras durante estas épocas, es la que mantiene hoy en guerra a Azerbaiyán y Armenia por decirse dueños de la región de Nagorno Karabaj.
Mientras que los Armenios han alegado que históricamente les pertenece la región, desde que Azerbaiyán en 1923 fue nombrado por la Unión Soviética como el que controlaba la región, se mantiene una disputa comenzó.
El último choque entre los dos países fue hace unos cuantos días y dejó más de 100 bajas entre los dos bandos.

El impacto que ha tenido la Unión Soviética en los conflictos actuales tiene que ver directamente con lo que algunos especialistas en Medio Oriente como Paulo Botta, describen como un “dividir y vencer”.
Paulo Botta, académico en la Universidad Católica Argentina, menciona que este tipo de trazados de fronteras era una práctica común en la URSS para poder controlar a los pueblos.

Al “dividir y vencer”, la URSS aseguraba tener el control de todas las zonas geográficas, así como también mantener el poder en Moscú.
Sin embargo, aunque han pasado más de 20 años de dichas estrategias por parte de la Unión Soviética, las prácticas trajeron como consecuencia que se desarrollaran ”Estados fantasmas», concepto que acuña la BBC y hace referencia a lo siguiente:
Son comunidades que se asumen como autónomas e independientes, uno de los ejemplos claros es lo que pasa en Nagorno Karabaj, lugar en donde se asumen mayoritariamente como armenios y no de azerbaiyán.
Pero no puede ejercer su libertad debido a que están sujetos a comunidades que fueron introducidas para controlar, como lo hizo la URSS con Azerbaiyán.